Es un poco irónico que paso tanto tiempo pensando en plantas siendo huésped de un punto geográfico tan gris –en todos sus matices– como suele ser Berlín. Siempre me alivia la cabeza saber que es una de las ciudades más verdes de Europa. Lo comprueban los tres parques alrededor de mi casa, a los que suelo ir a desconectarme y respirar. Pero a veces me pesa Berlín. Transitar las temporadas del año y vivir el contraste urbano vs. naturaleza me ha hecho detenerme a pensar desde esos extremos. Y tratar de encontrarle el sentido a esta convivencia ha impactado mi práctica tanto editorial como creativa en general, desde la cocina hasta la escritura. Por mucho que quisiera decir que podría retirarme ahora mismo a las afueras del mundo, sé que romantizo la idea y que dentro de todo, disfruto mucho vivir en el concreto.
Aunque esté en la ciudad, la transición de temporadas sigue sorprendiéndome (evidencia 1). A la novedad usual de ver el paisaje cambiar de colores, hay que sumarle mis 26 años caribeños en los que viví un simple vaivén de tiempos de lluvia y sequía, en una temperatura más o menos estable todo el año. Me refiero a nacer y crecer en Caracas. En cambio, aquí, además de los cambios visibles a través de mi ventana, también he aprendido a regocijarme con la llegada de alimentos típicos de cada estación: rábano picante o calabazas en invierno; espárragos en abril; ruibarbo por unas pocas semanas en la primavera; membrillo en otoño o tomates y frutos rojos durante los meses más cálidos del año. Las temperaturas alteran todos nuestros sentidos. En Venezuela los cambios son más sutiles en ese sentido. Cuando vivía allá mi sensibilidad estaba dispuesta a otros estímulos y no podría reconocer las particularidades que sé que deben existir. Si estuviera allí ahora mismo, estaría obsesionada con perseguir los sabores y olores propios de cada alteración climática que ocurre en mi ciudad natal, o en sus alrededores.
En mis sueños más osados, cuando imagino publicar un libro sobre mi relación con las plantas y algunas recetas, los capítulos estarían divididos en estaciones, reconociendo la singularidad de cada una de ellas –dependiendo de dónde me encuentre en el momento de la creación de susodicho libro. Por supuesto esto no es una idea nueva y me estoy copiando de muchos autores que duermen en mi biblioteca. En esos libros coincide también la idea de conectar con lo que nos rodea, quienes nos rodean y honrar la tierra, así sea con pequeños gestos como aprender sobre los efectos de las estaciones. Estas movilizaciones no solo responden a un valor gustativo sino que también hablan de políticas y me parece que aquí se abren muchas aristas a partir de nuestra relación con los alimentos donde lo personal es increíblemente político.
Creo que madurar algunas ideas que tenía sobre la fermentación y la salud, propia y de mi entorno, me han hecho conectar con el lugar que habito, el pedazo de tierra que me hospeda. Es por eso que cada vez más, unos días con más intensidad que otros, me empeño en aprender más sobre las plantas de mi vecindario.
concordia
- En este mismo orden de ideas sobre ahondar en las plantas de nuestro vecindario me alegra mucho compartir que estaré guiando un taller junto a dos mujeres muy talentosas, Sophie Pischel y Sandra Méndez Sarmiento, inspirado en el mundo vegetal. Leeremos textos sobre plantas, aprenderemos los fundamentos de la elaboración de pigmentos con tintes naturales (yo también aprenderé sobre esto) y, a partir de un ejercicio de escritura creativa, realizaremos una publicación en serigrafía (aquí es donde entra mi vara mágica). El objetivo del taller será conectar con el paisaje urbano observando de cerca las plantas que se encuentran fácilmente en Berlín para aprender de ellas y con ellas. El taller está dividido en cuatro episodios y en cada uno nos concentraremos en fragmentos de libros que me han inspirado mucho en diferentes etapas de mis procesos en concordia. Los cuatro episodios y libros son los siguientes:
1. Simbiosis: What a Plant Knows, Daniel Chamovitz.
2. Correspondencia: The Life of Plants, Emanuele Coccia.
3. Transformación: Enjoying Wild Herbs, Nat Mady & Catmouse.
4. Compost: Symbiotic Planet, Lynn Margulis.
El taller se llama “Simbiosis con la naturaleza urbana” y lo haremos a finales de abril en Zabriskie Buchladen (una de mis librería favoritas del universo). Las entradas se agotaron en menos de 24 horas y me sentí muy Beyoncé por un segundo. Esperamos poder hacer una nueva edición pronto. Por aquí comparto la invitación igualmente.
popurrí
- Pensando en recolección de plantas y sus políticas me recomiendo a mí misma y a ustedes Foragers, de Jumana Manna. Solo he podido ver el trailer, aún no he visto el film completo – #ayuda: necesito conseguirlo. Foragers describe la complejidad que rodea la práctica de recolección de plantas silvestres y comestibles en Palestina/Israel. Debido a todas las tensiones políticas, Manna hace uso de imágenes de ficción y documentales para relatar el impacto de las leyes israelíes de “protección de la naturaleza”, específicamente sobre la restricción de la alcachofa 'akkoub y el za'atar (tomillo). La película arroja preguntas como ¿quién determina lo que se extingue y lo que sigue vivo? – Jumana Manna es una artista interdisciplinaria nacida en Palestina, conocida por dirigir las películas Wild Relatives y A Magical Substance Flows Into Me.
- Focaccia: preparé una receta de Sara C Owens, quien ha sido una persona de gran inspiración para mí. Los índices de sus libros siempre están designados por las estaciones del año (muy a tono con esta newsletter). También me inspiré en un episodio de The Great British Bake Off y este video de Samin Nosrat & Brad Leone que siempre me ha hecho reír y también pensar en los fracasos de la fermentación (especialmente trabajando panes). *Recomiendo muchísimo hacer la salmuera que recomienda Samin*. Unas horas antes de hornear fui a caminar al Viktoria Park cerca de casa y recolecté forsythias para la focaccia.
- Mientras escribo escucho el disco Funeral Folk de Maria v Horn. En los distintos momentos en los que preparé la focaccia, escuché fragmentos de este episodio del podcast Good Food.